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14 jun

Viejos enemigos que se follan

 

Soy un chico gay, no tengo recuerdos de haber sido diferente alguna vez. En el instituto era el típico tío que iba esparciendo escarchas y arcoíris por todas partes, y aunque eso no solía darme más problemas que los de lidiar con los clásicos machitos que iban molestando todo el día, lo cierto es la pase muy mal cuando un mi amor adolescente decidió unirse el tren de los imbéciles burlones y señalarme por los pasillos siempre que me veía. El guapo Roberto… Me follé a mi mismo toda clase de juguetes sexuales, imaginándomelo a él.

Lo había conocido en último año y quedé totalmente embobado con él, nos hicimos amigos por unos días pero en cuanto descubrió que no me gustaba el bollo sino la baguette, aquella amistad se fue al traste, no aceptaba que era un chico gay.

Los años pasaron y nunca me olvidar de Roberto. A menudo, mientras jugaba con mis juguetes sexuales, tenía fantasías de enemigos que se convertían en amantes. Lo imaginaba encontrándome a solas en las duchas del gimnasio y doblándome sobre el suelo de cerámica. Follando a un chico gay con desesperación para luego huir al terminar, sintiéndose apenado. Tristemente aquello nunca sucedió. Los años pasaron, y los amantes fueron y vinieron de mi vida, mi cajón de juguetes sexuales se mantuvo lleno y siguiendo las tendencias en los sex shops online. Pero nunca sentí una conexión igual con alguien más. Por eso cuando descubrí que Roberto trabajaba en una cafetería del centro, no pude evitar acercarme al lugar con la decisión de mandarlo a la mierda y seguir adelante con mi vida.

Estaba más guapo que nunca, claramente se había estado gastando todo el sueldo en el gimnasio y en suplementos proteicos. De solo verlo me temblaban las piernas, ni siquiera pude abrir la boca antes de que él me hablara con una gran sonrisa en la cara.

—Jorge, que gusto verte –me quedé totalmente en blanco mientras lo veía borrar poco a poco su sonrisa al no obtener ninguna reacción de mí— Oye, sé que en el insti me comporté como un capullo contigo, no te merecías nada de eso… Me gustaría verte algún día que puedas para hablar correctamente y disculparme mejor.

Mi boca era la de un pez fuera del agua, no pude decir nada mientras lo vi anotar su numero en mi café y despedirse con una sonrisa aun más grande. Mientras caminaba en el centro agitado, mi mente estaba en blanco.

Le escribí a Roberto y me contestó. Estuvimos hablando por semanas antes de que viniera a mi piso una tarde para pasar el rato conmigo. Todo aquello me nervioso e inseguro, pero mientras me vestía antes de la hora acordada, miré en mi caja de juguetes sexuales, encontrándome con un plug anal iridiscente que no había usado aun. Por un impulso que no puedo explicar, me preparé para ser follado por Roberto y dejé aquel plug puesto, por si acaso.

Él llegó sonriente y nos sentamos a ver películas como dos amigos de toda la vida. Su cuerpo estaba pegado al mío y sólo podía pensar en que quería que aquel juguete sexual que tenía puesto fuese sustituido por la polla de él.

—Me da gusto que nos llevemos bien ahora. Especialmente que me hayas perdonado por ser un idiota contigo —dijo Roberto en algún momento

—Fue un año muy duro luego de qué comenzaras a burlarte de mí —aseguré, removiéndome un poco— pero ya eso está en el pasado. Aunque te aseguro que no tienes que temer que te salte encima y comience a chuparte la polla.

—Bueno tampoco me quejaría, la verdad —contestó él riéndose abiertamente.

Me quedé totalmente paralizado mirando la pantalla algunos segundos, antes de arrastrar mis ojos hacía él, quien tenía la cara un poco roja por la vergüenza.

—¿Si me arrodillara entre tus piernas y abriera tus pantalones, me dejarías chupar tu polla? —mi pregunta pareció una suplica desesperada incluso a mis propios oídos, pero cuando Roberto me miró en silencio y asintió con la cabeza, me olvidé por completo de todo.

Me levanté lentamente, con temor de asustarlo si era muy brusco, y me arrodillé entre sus piernas, abriendo el pantalón con manos firmes. Su polla estaba completamente dura y palpitando debajo de su ropa interior. Lo miré por ultima vez a la cara para darle una oportunidad de que se arrepintiera, pero él volvió a asentir.

Saqué su polla y la llevé hasta mi boca, gimiendo cuando pude probar el sabor salado que era su esencia. Lo trabajé a consciencia con mi garganta, siendo consciente en todo momento del juguete sexual iridiscente que tenía dentro.

—¿Puedo cabalgarte, Roberto? —pedí totalmente excitado y él asintió con la cabeza antes de sacarse un condón del bolsillo trasero y deslizarlo por su dura longitud. Me saqué la ropa rápidamente antes de girarme y enseñar mi culo enjoyado.

Roberto gimió, tomando el control en ese momento y tirando del juguete sexual fuera de mi culo antes de llenarme con su polla. Me folló con dureza, taladrándome una y otra vez en posiciones muy extrañas para las que nunca imagine que mi flexibilidad sirviera de algo, y haciéndome llorar de placer. Logró que me corriera contra mi sofá, antes de que él mismo alcanzara su liberación.

Ese día mi fantasía de enemigos que se convierten en follamigos se volvió realidad.

 

0 Comments 14 junio, 2022

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